martes, 27 de noviembre de 2007

Beitus, -a, -um.

Por aquí al menos escribo cuando quiera (una vez a la cuaresma) sin que se note mucho.
Todo esto me recuerda un poco a los tantos diarios que tuve en mi "juventud", es decir, entre los 13 y los 16 años (después me dejé de eso). Por un lado, es desmoralizante ver la gran cantidad de diarios inconclusos que reuní en esos 3 años, pero por el otro, las pocas páginas que pude escribir eran finas y me hacen recordar un montón de cosas. Todavía los leo de vez en cuando... excepto el de mis 14 que boté sin remordimientos porque era extremadamente cursi (es que en esa época leía mucho a Teresa de la Parra).
Además entendí que debo ser más solidaria con la naturaleza y no gastar tanto papel por gusto, sólo porque sea una agenda muy bonita. A través de internet todo es más práctico y fácil, excepto tal vez para mis ojos, que tras un fin de semana intensivo de Los Sims en Margarita comienzan a quejarse y a darme una idea de cómo es sufrir de astigmatismo.
Ay Margarita... Antes vivía allá, pero el año pasado me vine a Caracas para comenzar la universidad... No es que al terminar el colegio soñara con quedarme en la isla, ¡al contrario!, quería ver algo distinto, "independizarme de mis papás" (mmju, eso no ha pasado), conocer gente nueva con preocupaciones distintas a ir al Sambil todos los jueves o a "Kamy" o "Frog's" los fines de semana, pffffffffff... che schifo. Ajá, pero fue duro, me acuerdo cuando me despedí de mis papás abajo y de repente me encontré en el apartamento, donde vivo acá, sola, sin conocer nada ni nadie. Mi hermana estaba de viaje, mi hermano en el trabajo. Ahí me di cuenta un poco de lo que había hecho, pero a pesar de todo estaba emocionada (quizá porque no había empezado en la Escuela de Idiomas Modernos y no sabía lo que era, jeje).
Pero no se crean, me gusta estar en Caracas, inmediatamente conocí gente fina e interesante: el super grupo "goluboi", chamos mayores que yo (a los que temía cuando estaba en el bachillerato); y Chuli, que vale la pena ser nombrada por separado, primero porque es muy fina, y segundo porque es heterosexual. Con ese grupo pasé temporadas buenísimas llenas de risas y comentarios memorables, me introdujeron en la vida universitaria, me aceptaron como era, ¡y lo más importante!, me abrieron los ojos al hecho de que el tal "Jorge" del que hablaban tanto (el cocinero del apellido raro) era en realidad el que sería mi novio de 8 meses y los que quedan... Con él aprendí todavía más, más de Caracas y más de mí misma, pero hace poco, cuando mis primeros amigos abandonaron la carrera de idiomas y se concentraron en sus tesis de grado, se perdió un poco el grupo que teníamos. Ya no más Rajatabla, Tierra de Nadie, ni reuniones en mi casa comiendo con las manos, pero gracias a eso conocí gente nueva de mi carrera, no más pana pero sí más parecida a mí, los que se están convirtiendo en mis amigos más cercanos de ahora.
Obviamente todo eso no evita que me deprima cada vez que vuelvo a la città tras haber pasado una temporada con mi familia en mi casa en Margarita. Creo que en el fondo lo que más me pega es el pasar de ser la hija de mis papás, a la estudiante universitaria confundida que tiene que ser amable con los vecinos, aguantar profesores terribles y estudiar para no ser una mediocre en la universidad por la cual cada vez me intereso menos... Pero está bien, ¿no? Además ya casi es época navideña, en 3 días y algunas horas prenderán la cruz del Ávila, y en menos de tres semanas estaré de vuelta con mi familia, en Margarita.
Diciembre es lo mejor, y me alegra darme cuenta de que ya no por los regalos (por la comida, quizá), ni por la emoción de cumplir años que sentía cuando era pequeña, sino simplemente porque en diciembre hay una atmósfera especial, algo que no se ve que me hace sentir alegre y optimista (ya va, ¿no es eso lo que llaman "el espíritu navideño"?), jaja, como sea, ya me entristeceré será en enero.

Boa noite, tschüss!

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