sábado, 18 de octubre de 2014

Hoy quería escribir de cosas felices...

...pero ahora va a costarme un gran esfuerzo.
Aunque fue un día caótico lleno de gente alborotada en la calle, me había propuesto a escribir sobre algo alegre y bonito, como el bebé de mi amigo Omar que nació el fin de semana, o las pizzas que compartimos Edu y yo en la pizzería "Mazzini" de Bellas Artes, o el concierto de Marta Gómez de ayer que vimos agarrados de las manos, o simplemente sobre él y sobre la suerte que tengo de tenerlo...
Parece haber bastante material, ¿no? Sin embargo, qué rápido puede venir algo oscuro y cernirse sobre nuestros corazones, helándolo. Qué increíblemente amplia es la gama de posibles sucesos que pueden pasar a nuestro alrededor y qué poco preparados estamos para afrontar algunos de ellos. A veces, algo muy feliz también nos resulta abrumador, ¿les ha pasado? Como cuando mi mejor amiga en el mundo me contó que estaba embarazada después de varios meses de preocupaciones... Ojalá esto de hoy me hiciera llorar de la alegría, como aquella vez.
¿No tienen frío? ¿No tienen miedo? De repente me dio frío y miedo, sobre todo al pensar en el miedo que debiste haber tenido tú en ese momento crucial y, sin embargo, lo admirablemente valiente que fuiste. Quisiera haber sido tu amiga, o al menos haberte conocido un poco más, porque así quizá hubiera podido abrazarte cuando nos cruzamos anteayer por la universidad. Habría podido abrazarte y quizá reconfortarte un poquito, en vez de decirte ese "hola" inútil que se le dice a las personas cuando se da por sentado que están bien y que seguirán rondando por ahí. ¿Cómo iba a saber que sería la última vez que te vería en esta vida?
Siempre me pareció que mucha gente te quería y eso habla muy bien de ti... Pero ahora tú te fuiste y ellos se quedaron aquí con el corazón roto. Espero que donde estés no sientas dolor, miedo, ni arrepentimiento. Espero que tu mamá te haya recibido con el abrazo que llevabas dos años sin sentir y que todo haya valido la pena para ti. Y sobre todo, espero que los que dejaste puedan encuentrar algún consuelo.
Aunque sonreías, siempre me pareció que estabas un poco triste, ¿será por eso de ser poeta? Yo no entiendo nada de poesía, pero mañana voy a comprarme ese poemario tuyo en el que hablas de chicharras, saltamontes y cervatanas.
Eras genial, mejor dicho, lo eres, porque sigues estando viva en alguna parte.